Musicales en los Goya

Señores de la Academia de Cine: no vi la gala de los Goya -reconozco que me daba cierta pereza, y creo que hice bien-, y no he visto hasta ahora el número musical con el que, y discúlpenme si soy tan categórico, hicieron quedar en ridículo a todos los actores que participaron en él (los compadezco). Como llueve sobre mojado y han sido varios los números con que nos han amenizado (con i, no con a, ha ido más allá de la amenaza) en anteriores ocasiones, me permito compartir con ustedes mis reflexiones.

Una cosa es jugar al fútbol en el patio del colegio y otra muy diferente jugar en el Bernabéu (o el Calderón o el Camp Nou, que nadie se me ofenda), donde ustedes pretenden hacerlo (con toda la razón). No se ofenderán, supongo, si se les dice que, desde el punto de vista artístico, están todavía muy lejos de la gala de los Oscar, a la que tratan de imitar (salvo que me demuestren lo contrario). Y me parece bien porque, nos guste o no, en eso los «americanos» son unos maestros indiscutibles. Nosotros tenemos otras cosas, entre ellas mucho, muchísimo talento; de eso no me cabe duda.

Pero ya digo, una cosa es un partidillo entre amigos, o de solteros contra casados, y otra pretender que el público llene el Bernabéu (o el Calderón o el Camp Nou, que nadie se me ofenda) para ver ese partido. Porque ese es, creo, el problema. Es la actitud. Y la tendencia a usar el chascarrillo y el chiste fácil, de andar por casa. Y el todo vale. No me cabe duda de que tienen magníficos guionistas y de que son capaces de hacer algo mejor; déjenlos, exíjanles. No se conformen con lo primero que les presenten, con cualquier chuscada. Apriétenles las tuercas y seguro que algo mejor saldrá. Sé por experiencia que el mejor destino de los cien primeros folios de una creación es la papelera.

Tampoco creo que tengan problemas con los actores. Sé positivamente que artistas como Javier Godino, Adrián Lastra o Lucía Jiménez «se defienden un poquito» en el género musical, o que Dafne Fernández es una notable bailarina. No les hagan decir esas letras bobas y simples, ni les hagan cantar esas melodías escritas (o así lo parece) en diez minutos, entre café y café o entre cigarrillo y cigarrillo. Les confieso que he sufrido viéndoles y dudo que ellos hayan disfrutado. Pero claro, puedo estar equivocado.

No entiendo tampoco por qué, si desprecian tan evidentemente el género musical (no lo digo yo, me refiero a la burla del presentador antes de arrancarse a «cantar» y «bailar») recurren una y otra vez a él para amenizar (de nuevo con i, no con a) sus galas. Hay en España muchísimos profesionales (y ustedes los conocen, porque han empleado a algunos) que tratan cada día en los teatros (y lo consiguen) de hacer espectáculos musicales (esos, en los que, como Manolo Escobar en sus películas, se ponen a cantar de repente) dignos y de calidad. En algunos casos, de muchísima calidad.

Perdónenme si les incomodan mis palabras (no lo creo, seguramente no llegarán a leerlas, este blog es muy modesto) y déjenme que les recomiende este número musical que abrió la ceremonia de los Tonys del pasado año. No es que quiera que lleguen a este nivel (ni los americanos lo consiguen siempre), pero igual les da alguna idea de lo difícil que es hacer bien las cosas, del trabajo y esfuerzo que supone conseguirlo, y del respeto que merecen los millones de espectadores que están detrás de los televisores sin entender la gracia del chiste, porque seguramente no la tiene. Y si no les da ninguna idea, por lo menos disfrutarán. Todo lo contrario que yo con su número.

Atentamente

Comentarios

  1. Absolutamente de acuerdo en todo menos en el ejemplo con el número musical de Neil Patrick Harris y todo ese maravilloso montaje.
    Te propongo, les propongo, otro más sencillo con tan sólo dos actores cantando y dando unos sencillos pasos de baile.

    Hugh Jackman y Neil Patrick Harris.

    Vean y disfrútenlo.

    Salud.

    http://www.youtube.com/watch?v=LqJxyuTMMog

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    1. Chema, gracias por comentar y por tus palabras. El número que has puesto tú es igualmente maravilloso. El otro no era un ejemplo, es para demostrar que lo importante es el trabajo bien hecho, la exigencia, no solo el talento

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