«Dali versus Picasso», Fernando Arrabal y Juan Carlos Pérez de la Fuente

Hay muy buen teatro en Madrid estos días (estas semanas, estos meses...). Tengo pendiente todavía, no me olvido, los comentarios sobre tres magníficos espectáculos, «Julio César», «Hécuba» y «El caballero de Olmedo» -teatro clásico, teatro de peso-, y de otro que no me gustó demasiado: «Amantes», la versión escénica de la película de Vicente Aranda. Pero quiero hablar hoy de otra función, también espléndida, que presenta el valor añadido de ser el estreno absoluto de uno de los grandes dramaturgos españoles vivos: «Dalí versus Picasso», de Fernando Arrabal.

Fernando Arrabal es uno de los pocos autores de teatro de nuestro siglo a los que conocí por los libros de texto; era, ya en mis tiempos de estudiante (los primeros años setenta del pasado siglo), un clásico en vida, como lo era también Antonio Buero Vallejo. Conocí a Arrabal en 1987, cuando le entrevisté (creo recordar que fue en el hotel Wellington, de Madrid) con motivo de la publicación de su novela «La virgen roja», basasa en el caso de Aurora Rodríguez y su hija Hildegart, ocurrido en la España de la Segunda República. Como Hildegart, él mismo había sido un niño superdotado. Me fascinó un personaje ciertamente alocado -que todavía no había protagonizado aquel vergonzoso episodio en la televisión-, con tendencia a la verborrea incontrolada, pero inteligente y brillantísimo. Fui, además, celestino entre él y mi periódico. Me habían pedido que le comentara si le gustaría colaborar con una sección que tuvimos en ABC y que se llamó «Gente y aparte»; se lo propuse, pero él me dijo que lo que le gustaría sería escribir en la Tercera. Le dije que lo comentaría, y así lo hice. Poco tiempo se publicó su primera Tercera; colaboró con nosotros durante un tiempo, no recuerdo cuánto.

Juan Carlos Pérez de la Fuente ya montó con anterioridad dos obras de Fernando Arrabal: «El cementerio de automóviles» (2000) y «Carta de amor (como un suplicio chino)» (2002). Conoce bien el universo arrabaliano, tan particular, tan inasible, tan extravagante. Leí el texto hace unas semanas, y tenía tantas dudas sobre él como curiosidad por cómo podría llevarlo Juan Carlos a escena. El texto, espumoso, pirotécnico y en cierta medida provocador, es en realidad un deslumbrante combate de esgrima entre dos genios, Pablo Picasso y Salvador Dalí. Arrabal dibuja a los dos artistas con pinceles surrealistas, absurdos, deformados por su peculiar sentido del humor y su expresividad.

Juan Carlos Pérez de la Fuente, amante de un teatro ritual y juguetón, adereza la historia con infinidad de detalles que pueblan un montaje muy visual y que resulta ingenioso, chispeante y travieso, perfectamente acorde al espíritu del autor; de hecho, Arrabal, tras su primer contacto con la función, el día del ensayo, no era capaz de articular palabra, atenazado por la emoción. «Yo he visto muchos montajes de mis obras -me decía, al borde de la lágrima-, pero este es algo extraordinario...» Juan Carlos, a quien conozco bien desde hace muchos años, disfruta con cada montaje (en los últimos años se le ve más relajado), y ríe las ocurrencias como el niño gamberro tras poner un petardo y asustar a una venerable anciana. Solo un gamberro puede poner, al principio de la función, a la Escolanía de San Lorenzo de El Escorial a cantar un popurri con el «Himno de Riego», «La Marsellesa» o la «Marcha Real». «Hay ciento veintitantos efectos de luces y sonidos en menos de hora y media», me confesaba. Posee, además, una desvergüenza y un sentido del espectáculo extraordinarios; este vehemente «Dalí versus Picasso» es, casi, una coreografía.

Tiene como cómplices a dos actores que han decidido jugar sin complejos al arriesgado juego que les plantea el director. Arriesgado porque sus personajes, absolutamente guiñolescos, se encuentran en el filo de la caricatura (sobre todo, naturalmente, Dalí); pero tanto Antonio Valero como Roger Coma tienen bien sujetas las bridas de los dos pintores y se zambullen en el caudaloso y agitado mar de palabras que es «Dalí versus Picasso» y el divertido puzzle escénico en que lo ha convertido Juan Carlos Pérez de la Fuente.

La foto es de otro genio, Javier Naval

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