Concha Velasco

Hasta hace algo más de cuatro años no tuve la oportunidad de conocer a Concha Velasco. Fue cuando la entrevisté con motivo del estreno en el teatro de La Latina de «La vida por delante», la obra de Roman Gairy que dirigió José María Pou. Conté entonces en el blog mis impresiones sobre la actriz, con la que he vuelto a charlar desde entonces un par de veces más. La entrevisté hace una semana, con motivo del estreno en Madrid, el jueves 6, de «Hécuba», de Eurípides, la primera tragedia griega de su carrera; la función vio la luz en el pasado festival de Mérida, y llega al Español después de una larga gira. Podéis leer la entrevista aquí.

Ya dije hacía dos años que Concha Velasco me había conquistado, y esta nueva entrevista no ha hecho sino ratificarme en mi admiración y respeto. Es una mujer de una efusividad desbordante; cariñosa, cercana, sincera casi hasta el exhibicionismo (no se recata a la hora de hacer confidencias muy íntimas, e imagino que lo hará con todo el mundo). No creo, sin embargo, que sea un personaje; no la conozco, pero tengo la sensación de que es una mujer de una absoluta naturalidad y tremendamente locuaz. Entrevistarla es siempre un placer, aunque condensar las conversaciones en el cada vez más reducido espacio de los periódicos sea un trabajo ímprobo.

Buena parte de la conversación de la semana pasada se quedó en el tintero; mi querida amiga Rocío me sugirió que lo contara aquí, y eso voy a hacer. Entre otras cosas, le pregunté si hacía muchos años que no trabajaba en el Teatro Español. He aquí su respuesta íntegra; creo que es interesante: «Buuf, desde el año 1964... Nunca me han llamado para trabajar aquí. Lo tengo que decir; mi carrera ha ido fenomenal sin trabajar aquí... Hice el "Tenorio", dirigido por Luis Escobar, con los decorados de Dalí. Siempre lo cuento, que salió Dalí a pintar el número de la lotería en el estreno, y yo me enfadé muchísimo, porque me lo tomaba todo muy en serio, y me parecía que él se estaba cachondeando. Lo contaba en "Yo lo que quiero es bailar", que no me gustó nada... Desde entonces, yo he venido aquí a hacer homenajes (a Mari Carrillo, a Manolo Gas...), recitales para la Casa del Actor. Pero nunca me han llamado para nada más. Siempre me han dicho que es que cobro mucho. Y yo les decía: "también cobran mucho otras actrices, lo hacen aquí por el dinero que dan los teatros públicos, y luego les dan los derechos de los espectáculos para que puedan hacer la gira..." Y tampoco me han llamado del María Guerrero. Siempre le digo a mi representante: "¿Por qué no me llaman?" Y me dice: "Porque cobras mucho". Bueno, es una buena excusa».

Me confesó también que estaría muy nerviosa el día del estreno, porque iba a estar «en ese camerino de la primera actriz, que está en el hall, a la izquerda, donde estuve yo sentada, caracterizándome de Doña Inés, con esa falda que era un tulipán y la cabeza de paloma. Y no he vuelto yo a entrar en ese camerino sino para felicitar a otras actrices». Le pregunté quién era su Don Juan. «En los ensayos era Carlos Ballesteros, al que echó Luis Escobar el día del estreno, y le sustituyó, fíjate, Guillermo Marín. Porque Carlos se puso muy pesado y le dijo Luis: "Mira, Carlos (Concha imita estupendamente la voz particular de Luis Escobar), ¿sabes una cosa? Te vas a ir ahora mismo a tu casa, y no lo vas a hacer nunca más. Hala, adiós". Y vino Guillermo Marín... maravilloso. Entrar por aquel patio de butacas Guillermo Marín con una chaqueta de cuadros, corbata y pantalón gris, subirse al escenario y retomar la escena donde la habíamos dejado Carlos Ballesteros y yo, que era la del convento... Yo me morí. Nadie... Bueno, luego la he hecho con Paco Rabal en televisión, que estuvo estupendo. Pero aquel Guillermo Marín en la escena del cementerio: "Mármol en quien Doña Inés / sin cuerpo y sin alma existe, / deja que el alma de un triste / llore un momento a tus pies... ¿Qué quieres que te diga? ¡Cómo era! Luego tenía muchas cosas Guillermo, gastaba bromas... Por ejemplo, un día que me patearon y todo... Porque salía Paco Pierrá, que en paz descanse, don Francisco Pierrá, con una estaca clavada por debajo del escenario: "Aquí me tienes, Don Juan, y aquí que vienen contigo". Entonces el pobre se quedó así, y dijo: "Porque tienes que morir... mañana mañanita". Y dijo Guillermo: "¡No!" "Sí, que me lo ha dicho a mí Dios" Y yo me hice pis, y me patearon. Porque siempre tengo ese problema». 

Concha, lo podéis ver, tiene una extraordinaria memoria, y salero y sentido del humor para recordar anécdotas. Perdonad lo prolijo de la entrada, pero creo que los teatreros disfrutaréis como yo lo hice con su relato. Ahora solo me queda disfrutar de su «Hécuba», su primera tragedia griega. 

La foto, hecha durante la entrevista, es de mi amiga la estupenda fotógrafa Isabel Permuy

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