Roberto Zucco
«Un tren que ha descarrilado ya no se vuelve a colocar en las vías». Son palabras del texto de «Roberto Zucco», que estos días se representa en las Naves del Español, en el Matadero, en una producción que se estrenó en Barcelona la temporada pasada. La dirige Julio Manrique, y la protagoniza Pablo Derqui, al que acompañan Laia Marull, Andrés Herrera, María Rodríguez, Xavier Boada, Rosa Gámiz, Xavier Ricart y Oriol Guinart.
«Roberto Zucco» es la última obra que escribió el francés Bernard-Marie Koltés, uno de las voces más oscuras y agrias del teatro europeo del siglo XX. El cartel con la cara de un joven buscado por la Policía fue el punto de partida. Roberto Succo, un chico italiano de apenas 19 años, había asesinado a sus padres y a un policía en la misma noche. Koltés escribió la obra poco antes de morir de sida con tan solo 41 años. Y toda la hiel de la amargura está presente en un texto áspero y desconsolado, con palabras que son lágrimas de sangre; es, también, un puzzle críptico y desordenado, escrito a borbotones, a jirones, con el ritmo de un latido ansioso y descompuesto. Sus diálogos, a veces, escapan a la comprensión y caminan por el terreno de lo onírico y lo subconsciente.
Julio Manrique ha creado un montaje de una violenta belleza, que respeta la crudeza del texto, que empieza vacilante y va, poco a poco, tomando cuerpo para volverse conmovedor, especialmente en los parlamentos de Roberto Zucco y La Dama, la mujer a la que toma como rehén. No hay apenas espacio para la ternura, pero una heladora poesía brota de la historia del joven asesino impío y atormentado -«Me gustaría volver a nacer perro para ser menos desgraciado. Perro de la calle. Hurgador de basuras; nadie se fijaría en mi», dice Roberto Zucco-. Y esa poesía está presente en la propuesta de Manrique, en general brillante aunque con momentos irregulares y decisiones a mi entender cuestionables, como la actitud de La Dama después de haber visto como Roberto asesinaba a su hijo de un tiro en la cabeza.
Lluís Pasqual, que montó la obra hace veinte años, y repitió la experiencia hace menos de una década, en el María Guerrero, me dijo entonces que «Roberto Zucco», como «Hamlet», precisa de un protagonista más que extraordinario; un actor especial capaz de llenar todos los rincones del personaje. Pablo Derqui lo es; creo que no hay en España muchos actores con su personalidad, con su capacidad de comunicación, con una paleta de miradas y de acentos tan completa. Su Zucco es conmovedor, viaja de la violencia a la ternura sin decaímiento, y hay en su voz un poder de convicción y una verdad extraordinarias. Le acompaña un notable reparto que se desdobla en varios papeles y donde destacan Andrés Herrera y Laia Marull.
«Roberto Zucco» es la última obra que escribió el francés Bernard-Marie Koltés, uno de las voces más oscuras y agrias del teatro europeo del siglo XX. El cartel con la cara de un joven buscado por la Policía fue el punto de partida. Roberto Succo, un chico italiano de apenas 19 años, había asesinado a sus padres y a un policía en la misma noche. Koltés escribió la obra poco antes de morir de sida con tan solo 41 años. Y toda la hiel de la amargura está presente en un texto áspero y desconsolado, con palabras que son lágrimas de sangre; es, también, un puzzle críptico y desordenado, escrito a borbotones, a jirones, con el ritmo de un latido ansioso y descompuesto. Sus diálogos, a veces, escapan a la comprensión y caminan por el terreno de lo onírico y lo subconsciente.
Julio Manrique ha creado un montaje de una violenta belleza, que respeta la crudeza del texto, que empieza vacilante y va, poco a poco, tomando cuerpo para volverse conmovedor, especialmente en los parlamentos de Roberto Zucco y La Dama, la mujer a la que toma como rehén. No hay apenas espacio para la ternura, pero una heladora poesía brota de la historia del joven asesino impío y atormentado -«Me gustaría volver a nacer perro para ser menos desgraciado. Perro de la calle. Hurgador de basuras; nadie se fijaría en mi», dice Roberto Zucco-. Y esa poesía está presente en la propuesta de Manrique, en general brillante aunque con momentos irregulares y decisiones a mi entender cuestionables, como la actitud de La Dama después de haber visto como Roberto asesinaba a su hijo de un tiro en la cabeza.
Lluís Pasqual, que montó la obra hace veinte años, y repitió la experiencia hace menos de una década, en el María Guerrero, me dijo entonces que «Roberto Zucco», como «Hamlet», precisa de un protagonista más que extraordinario; un actor especial capaz de llenar todos los rincones del personaje. Pablo Derqui lo es; creo que no hay en España muchos actores con su personalidad, con su capacidad de comunicación, con una paleta de miradas y de acentos tan completa. Su Zucco es conmovedor, viaja de la violencia a la ternura sin decaímiento, y hay en su voz un poder de convicción y una verdad extraordinarias. Le acompaña un notable reparto que se desdobla en varios papeles y donde destacan Andrés Herrera y Laia Marull.
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