Las palabras, de Pablo Messiez

Pablo Messiez es uno de los grandes descubrimientos del teatro español reciente. Pertenece a esa intangible «escuela» argentina de actores-directores-autores, que tiene en Claudio Tolcachir su actual mascarón de proa. Messiez se ha establecido en España, donde se han podido ver en los últimos años varios montajes suyos, como «Muda», «Ahora», «Las plantas» o «Los ojos», algunos verdaderamente conmovedores. Y su labor docente es también relevante (y no lo digo solo porque Pablo, mi sobrino, haya seguido uno de sus cursos y quedara hechizado, sino porque me consta que enseña con pasión y efectividad).

El festival de Otoño ha presentado, tras su estreno unos días antes en Avilés, su nuevo trabajo, «Las palabras», en medio de una expectación reservada únicamente a los grandes acontecimientos. Han sido muchos los profesionales que se han acercado estos días a la Cuarta Pared (estoy seguro de que, más pronto que tarde, la obra volverá a estar en cartel) casi devotamente para ver la propuesta de Messiez, interpretada por Javivi Gil Valle, Fernanda Orazi, Estefanía de los Santos, Marianela Pensado y Alicia Câlot,

«Las palabras», subtitulada «Una historia de amor», es una fábula poética, con un planteamiento verdaderamente original: un pueblo se encuentra con una repentina peste, de la que sus habitantes solo pueden aliviarse si hablan en rima. Messiez habla en el programa del lenguaje del amor, que sana, y del lenguaje que llama «irresponsable», que puede tener consecuencias muy dañinas, como las que suceden en la obra. Es la suya una apuesta por la poesía, por su carácter acariciador, por la importancia de las palabras, de su significado e incluso de su significante, frente a la tendencia actual en la que da igual lo que se diga, frente a este mundo dominado por la palabrería y la vacuidad de las palabras.

Messiez teje un espectáculo profundamente bello, con momentos de un lirismo encantador (la nieve cayendo sobre el banco), y con unas actrices (especialmente la prodigiosamente natural Fernanda Orazi) en estado de gracia. Cojea la función, a mi entender, en dos aspectos: uno, la elección de su protagonista, Javivi Gil Valle, que le hurta a su personaje los matices y la ternura que requiere, y otro, inherente al propio texto, que es el excesivo uso en ocasiones del verso, con una consecuente falta de naturalidad que impide que el texto fluya como sería de desear. No son, en todo caso, borrones suficientes para estropear el hermoso libro que es esta función, ni alteran ni lo más mínimo mi admiración por Pablo Messiez. 

Pdta. He visto mucho teatro estos últimos días. Os debo comentarios sobre «La llamada», «Master class» y «Las heridas del viento», tres funciones -lo avanzo ya- extraordinarias, cada una a su manera. Y me gustaría también hablar de «Marta tiene un marcapasos» -esta para nada extraordinaria-.

La foto es de Javier Naval

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