Escenas de un matrimonio
En el Teatro Español se puede ver estos días un montaje con dos obras de Ingmar Bergman: Escenas de un matrimonio y Sarabanda, adaptación de sendas películas del cineasta sueco. Cuenta la primera la degradación de un matrimonio a lo largo de quince años y la segunda el reencuentro de la pareja, con hijos y nietos alrededor. Se programan juntas, pero deben de ser muchas las deserciones en el descanso y el Español permite que los espectadores que lo prefieran vean las obras en dos tandas (a la salida de la primera, se sella la entrada que permite acudir otro día, si el aforo lo permite, a la segunda). No es extraño, porque Escenas de un matrimonio es de una densidad tal que el espectador sale con la respiración encogida, sonado incluso como un boxeador, y con pocas ganas de continuar esa angustiosa sensación.
Mónica López y Francesc Orella protagonizan esta producción de Escenas de un matrimonio que ha adaptado y dirigido Marta Angelat. Es un poderoso espectáculo, un sobrecogedor combate cuerpo a cuerpo en el que los actores -magnéticos y extraordinarios- se arrojan al vacío. Es, también, una descorazonadora muestra de hasta dónde somos capaces de volcar nuestras frustraciones y nuestras pequeñeces en el otro, Una muestra de cómo los silencios pueden hacer tanto daño como las palabras, de cómo el ser humano se aferra a sus propios egoismos totalmente indiferente a sus consecuencias. Es un curso de crueldad, de hastío, de equivocaciones, de venganza, también de amor... Trazado con una caligrafía tan clara como descarnada, que no deja resquicio alguno al humor. No hay paños calientes en el texto de Ingmar Bergman, sinuoso y punzante, lo mismo que la puesta en escena, agotadora en su desnudez y su contundencia.
Mónica López y Francesc Orella protagonizan esta producción de Escenas de un matrimonio que ha adaptado y dirigido Marta Angelat. Es un poderoso espectáculo, un sobrecogedor combate cuerpo a cuerpo en el que los actores -magnéticos y extraordinarios- se arrojan al vacío. Es, también, una descorazonadora muestra de hasta dónde somos capaces de volcar nuestras frustraciones y nuestras pequeñeces en el otro, Una muestra de cómo los silencios pueden hacer tanto daño como las palabras, de cómo el ser humano se aferra a sus propios egoismos totalmente indiferente a sus consecuencias. Es un curso de crueldad, de hastío, de equivocaciones, de venganza, también de amor... Trazado con una caligrafía tan clara como descarnada, que no deja resquicio alguno al humor. No hay paños calientes en el texto de Ingmar Bergman, sinuoso y punzante, lo mismo que la puesta en escena, agotadora en su desnudez y su contundencia.
La primera parte genial, increíbles el maetsro Orella y Mònica López. No me extraña la deserción de la segunda parte. Aquí en Barcelona, el Teatro Nacional de Catalunya no nos dio esa opción. Nos la tragamos enterita y de una sentada. No sé si la has visto entera, pero la segunda parte es débil, no se aguanta, los personajes/actores (algunos de ellos, no todos) destrozan el texto y se me hizo tediosa. Yo volvería a ver la primera parte una y mil veces, que me permitan ver la primera parte otra vez, la segunda me la pueden ahorrar.
ResponderEliminarYo hice mi crítica personal, te la dejo por si te interesa leerla, eso sí está en catalán (tengo por norma hacer las críticas en catalán cuando la obra está en este idioma y en castellano cuando es hablada en esta lengua):
http://butaquesisomnis.blogspot.com/2010/03/escenes-dun-matrimonisarabanda.html
Gracias por la reseña...
ResponderEliminarNo he podido ver esta puesta en escena...(estoy algo recluida en Murcia).
Ambas obras son difíciles de asimilar, con tan sólo un receso de 15 minutos...
Textos muy actuales, fantásticos...porque seguimos siendo unos analfabetos emocionales.
Aprovecho para enviarte un saludo, Julio.
Carmen paris
¡Hola, Carmen! Me alegra mucho encontrarte por aquí y me hace muy feliz que leas mi blog.
ResponderEliminarTe mando un beso grande
Julio