Irene Escolar


Se estrena hoy en el teatro de La Abadía «El público», de Federico García Lorca, en una coproducción con el Teatre Nacional de Catalunya. «El público» es una obra por la que siento un especial cariño: hace veintiocho años, cuando Lluís Pasqual la dirigió en el teatro María Guerrero, le hice a él y a sus dos protagonistas, Alfredo Alcón y Maruchi León, unas entrevistas que publiqué en ABC Cultural (entonces todavía Sábado Literario), que todavía guardo en mi memoria y que fueron de los primeros trabajos que yo hice para aquel suplemento.

Pero no quiero hablar de mi: le quiero dedicar estas palabras a una de las intérpretes actuales de «El público»: Irene Escolar, que encarna a Julieta. No es la primera vez que la traigo a este blog, del que espero que siga siendo una de sus protagonistas. No soy nada original si digo que soy un rendido admirador de Irene Escolar. Desde hace unos años he seguido con atención su trabajo, primero en el teatro, y después en el cine y en la televisión, y he podido asistir a su paulatino crecimiento artístico, que la han llevado a ser, y creo que no es solo una impresión personal, una de las mejores actrices españolas de su generación.

Irene -supongo que lo lleva en los genes; para quien no lo sepáis, pertenece a la familia de los Gutiérrez Caba- siente una pasión desmedida por su profesión. A los nueve años se subió por primera vez a un escenario, para interpretar a una de las niñas de «Mariana Pineda» (su primer y hasta ahora único Lorca), y decidió que de ahí no la bajaba ya nadie. Esa pasión de la que hablo le lleva a exprimir la preparación de cada nuevo papel, a emborracharse arrebatadamente de él, a sumergirse en sus profundidades sin más oxígeno que su entusiasmo y a querer desentrañarlo para ofrecerlo con la mayor claridad posible a sus espectadores.

Mi admiración por su trabajo (compartida por todos los que la han visto trabajar alguna vez) es pareja a mi cariño por el ser humano. He tenido en los últimos años la posibilidad de hablar a menudo con Irene Escolar, de conocerla y de llegar a quererla. Es una actriz de una finura extraordinaria, convincente y penetrante, que dibuja sus personajes con precisión y brillantez, y que se levanta todos los días con la ilusión de subir un peldaño en su aprendizaje. Es un ser humano -así lo veo yo, al menos- generoso y atento, agradecido y leal, dulce y cariñoso, con los pies en la tierra, con unas convicciones firmes y unas ideas abiertas siempre a la duda. Y es finalmente (eso lo ve todo el mundo, no hace falta que lo diga yo), una mujer bellísima. Yo, lo confieso, estoy enamorado de ella. Y en eso, creo, tampoco soy muy original.

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