Nueva York, primera parte: A little night music

Nueva York vivió el miércoles bajo una persistente e incansable nevada. El teatro era, pues, un excelente refugio –para qué engañarnos, iba a ir de todos modos-, y los teatros neoyorquinos mantienen la magnífica costumbre de programar matinées los miércoles y los sábados. En el Walter Kerr Theatre, el triple reclamo de Stephen Sondheim (“A Little Night Music”), Angela Lansbury y Catherine Zeta-Jones era irresistible. Acudí a la taquilla con escaso optimismo, pero había entradas. Cuarta fila. Fantástico. Un rato antes de la función, recluté a la estupenda Anna Allen, a la que acababa de conocer, y se vino conmigo. Ella se sentó en primera fila gracias a una cancelación. Iba, lo confieso, con más curiosidad que ilusión. Y salí emocionado. Ya lo estaba en el intermedio. La obra es, ya lo sabemos, una delicia, con una partitura sutil, refinada y distinguida, y un texto inteligente y lleno de sentido del humor. Angela Lansbury es una de esas actrices que no necesita foco, porque ella misma ilumina la escena. La ironía, ese desgaire que imprime a su personaje es de lo mejor de la función. Catherine Zeta-Jones es una estrella, una bellísima mujer y una actriz extraordinaria, con miradas reveladoras y expresivas. Su “Send in the clowns “ resulta emocionante… Dirige Trevor Nunn, sinónimo de buen hacer. Una producción sin boato, pero detallista, compacta , afinadísima y, sobre todo, elegante… Muy elegante. Un ejemplo de lo que ha de ser un musical. ¡Qué buena tarde de teatro!

Comentarios

  1. ¡Qué envidia!, ya me hubiera gustado a mí estar ahí. De todos modos conservo la esperanza de poder ir algún día. Al fin y al cabo, de ilusión también se vive.

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  2. Que envidia. Que grandeza tienen algunos musicales y algunos intérpretes.

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