Nacho Duato

Ha presentado Nacho Duato en el Teatro Real su nueva coreografía, Jardín infinito. Si no hay novedades, será una de los últimas como director de la Compañía Nacional de Danza, un conjunto cuyo futuro parece encaminado a ampliar fronteras estilísticas y recuperar poco a poco terreno para la danza neoclásica y, con el tiempo, el repertorio clásico. Y no parece probable que Duato quiera seguir en ese barco si el rumbo varía. En junio se cumplirán veinte años del nombramiento del coreógrafo valenciano como director del que entonces era Ballet del Teatro Lírico Nacional. Su llegada fue traumática para la compañía, a la que dio la vuelta como un calcetín. Sus primeros meses fueron muy convulsos, hasta que la calidad de su trabajo (junto con el apoyo incondicional de los sucesivos responsables del Inaem) se impuso. Lo que destruyó -un conjunto que empezaba a asentarse como ballet clásico- lo sustituyó por otra compañía, de la que él puso la primera piedra y levantó ladrillo a ladrillo. Con ella, justamente, se ha ganado en estos últimos años el respeto y la admiración de los públicos de todo el mundo (aunque ha confundido lo privado con lo público, y pocos creadores han encontrado la puerta de la compañía abierta, algo que hay que reprocharle). Nacho es, incuestionablemente, un coreógrafo con un excepcional talento, de una musicalidad intachable y una fina caligrafía, que ha firmado algunas coreografías intensas, preciosas estéticamente y de movimientos magnéticos. En su haber, también, hay que apuntar el haber logrado relevancia internacional para la compañía y haber reunido en ella a bailarines de enorme categoría y calidad. Sus últimos trabajos, sin embargo, parecen mostrar a un creador agotado (espero y deseo que no seco). No es fácil hacer una creación tras otra (más de cuarenta piezas figuran en el repertorio de la CND), y da también la sensación de que él mismo se ha encerrado en un concepto que se aleja del mejor Duato. Ojalá sea tan sólo un paréntesis y podamos seguir disfrutando de su trabajo... probablemente en otra compañía.

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