Lola Greco
El Ministerio de Cultura otorgó a Lola Greco hace unos días el premio Nacional de Danza. No podía alegrarme más la noticia, porque Lola es una de mis debilidades (tengo muchas, la mayoría de vosotros lo sabéis). Pero Lola es una de las más grandes artistas que ha tenido la danza en España; en el mundo del baile es unánime el elogio y la admiración, y sin embargo fuera de este ámbito apenas es conocida... Y apenas es un término muy generoso. Lola, heredera de artistas como Antonia Mercé, La Argentina, ha sufrido en sus carnes el devorador auge del flamenco en estos últimos años; no es ella una bailaora, aunque ha pisado con dignidad ese terreno, sino una bailarina en el más amplio sentido del término. También ha tomado, todo hay que decirlo, decisiones no siempre acertadas sobre su carrera. Pero eso no le ha impedido que se convirtiera en una artista única. Lola ha brillado especialmente en los papeles que requerían de una actriz, cuando asumía a un personaje -alguien me dijo, en una ocasión, que había sido la mejor "Medea" a pesar de que era la única que la había interpretado sin ser madre, y probablemente tenía razón-. Pero también ha sido "Carmen", "Fedra"... He escrito a menudo que Lola no baila, sino que ella es el baile. Es imposible no quedar seducido por la profundidad de sus movimientos, por el magnetismo de una figura que convierte en oro todo lo que baila; Lola hace de su baile una sinfonía llena de sonidos, es hipnótica y arrebatadora, una artista mágica e inabarcable. Lo confieso: soy lolagrequista. Y me siento orgulloso de ello.
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