Rosas dants Rosas

Anne Teresa De Keersmaeker, una artista belga formada en la escuela Mudra, de Maurice Béjart, sorprendió a principios de los años ochenta con coreografías como «Fase» y, especialmente, «Rosas danst Rosas». Éste fue el primer trabajo con su propia compañía, Rosas, que durante muchos años estuvo vinculada al teatro de La Monnaie de Bruselas. En este cuarto de siglo, incomprensiblemente, el conjunto belga no había actuado nunca en Madrid, y su visita al festival de Otoño se ha saludado como un acontecimiento.

Ha sido «Rosas danst Rosas», precisamente, su carta de presentación. Es una pieza paradójica, porque resulta al tiempo profundamente aburrida y profundamente fascinante. La coreografía es reveladora del gran talento que posee Anne Teresa De Keersmaeker. En el haber encontramos su dominio escénico y espacial, su sentido musical, su caligrafía, el uso del canon y la energía que desprende el más que extraordinario trabajo de las cuatro bailarinas -entre las que está la propia creadora-. Hay imágenes de una belleza cautivadora, momentos de gran magnetismo, brillantísimas ideas coreográficas -mucho más si se tiene en cuenta la edad de la coreografía, veintiséis años-, iluminadas de manera espléndida y sugerente.

En el debe encontramos la morosidad de algunas escenas, la excesiva y compulsiva repetición de movimientos (tocarse el pelo, girar la cabeza, estirarse la blusa para destapar o tapar los hombros), que lastran excesivamente el ritmo del espectáculo y llevan al tedio y al aburrimiento en el público.

(ABC, 13-XI-2009)

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