Raphael


Mañana canta Raphael en Madrid. Ha cumplido cincuenta años sobre el escenario, algo sólo al alcance de unos pocos, y cada día sube un poco más el listón de la exigencia y se plantea nuevos retos. Raphael es un artista diferente, sin duda, y sus conciertos una verdadera experiencia más allá de que guste o no. Me rendí ante su profesionalidad y su categoría cuando interpretó en Madrid el musical “Jekyll y Hyde”, y después, en diferentes encuentros, me han conquistado su educación -es lo único que yo le pido a un entrevistado- y su simpatía. Unos días antes del estreno de “Jekyll” tuve ocasión de asistir a un ensayo. Fue una tarde muy larga: entramos en el teatro a las cuatro de la tarde y no salimos hasta bien pasada la medianoche. Hubo una tensión que me hizo sentirme incómodo más de una vez; me sentía un intruso. El desaparecido y añorado Luis Ramírez perdió los nervios en varias ocasiones, y las chispas saltaron a menudo. La consecuencia, un caos frecuente, alguna salida de tono y mucho desasosiego. En medio de esta situación, Raphael se mostró inalterable en todo momento. Ni una sola queja ante los muchos momentos de espera, ni una sola reclamación ante los técnicos de sonido; cuando se le llamaba a escena, no había que esperarle. Cantó a voz durante todo el ensayo, paró las veces que fue necesario hacerlo, atendió a todas las indicaciones que se le hicieron. Un auténtico profesional. Chapeau!



(La foto la hizo Chema Barroso, que hasta hace unos días era uno de los fotógrafos de ABC caídos por el ERE, y al que envío un abrazo muy cariñoso)

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