Festival de Mérida


Dentro de un rato viajo nuevamente a Mérida, para asistir al estreno de «Medusa», el nuevo espectáculo de Sara Baras. Estuve ya la semana pasada para la inauguración del festival, con la ópera «Salomé», de Richard Strauss; un espléndido montaje dirigido escénicamente por Paco Azorín y musicalmente por Álvaro Albiach, y que contaba con la colaboración de Víctor Ullate, que creó la coreógrafía de la danza de los siete velos. «Salomé habla de la libertad y del deseo de la mujer y de una mujer que no parece tener límites para conseguir lo que quiere. Por eso la música es el máximo exponente de la sensualidad».

De este montaje he escrito ya en ABC. Quiero ahora hablar del festival, que cumple este año sesenta ediciones; la primera se celebró en 1933, pero entre 1935 y 1954 no se celebró. Fue la actriz Margarita Xirgu quien, durante un paseo por Mérida, descubrió las ruinas del teatro y se quedó fascinada con la construcción y sus posibilidades. Ella misma fue quien, el 18 de junio de 1.933, protagonizó junto con Ricard Borrás, la primera representación llevada a cabo en el teatro romano: «Medea», de Séneca, traducida nada menos que por Miguel de Unamuno.

Fue, según las crónicas, todo un acontecimiento. La Xirgu había dejado el escenario desnudo, sin otra escenografía que las piedras milenarias. Y Unamuno escribió: «El suceso mayor se ha debido a la maravillosa y apasionante interpretación escénica de Margarita Xirgu, que en este atardecer ha llegado al colmo de su arte. Sobre el escenario de piedras seculares, bajo el cielo de ocaso, se cernía pausadamente una cigüeña, la misma de hace veinte siglos».

No pudo tener mejor visión la legendaria actriz. El teatro romano posee un halo mágico, posee un empaque difícil de explicar, un embrujo inaprensible pero real, que sobrevuela cada representación. He visto varias funciones primero en Mérida y después en otros espacios (cubiertos o al aire libre) y no tienen nada que ver. Voy al festival desde hace casi treinta años; la primera vez, en 1986, vi al Ballet Nacional Clásico (actual Compañía Nacional de Danza) y, en el anfiteatro, una «Antígona» dirigida por Joan Ollé y protagonizada por Silvia Munt. También estaba en el reparto la encantadora (y excelente actriz) Nuria Gallardo; recuerdo con nitidez su entrada en los «camerinos», absolutamente entusiasmada y extasiada.

No es la primera vez que hablo en este blog del festival de Mérida, un certamen que ha atravesado por muy distintas etapas, que ha tenido innumerables dificultades económicas y direcciones erradas o acertadas, pero que resiste, enhiestas y orgullosas sus ruinas, como símbolo de un teatro español que, asaeteado por la crisis y por la indiferencia (cuando no la animadversión) de muchas administraciones, sigue latiendo con fuerza sin hacer caso a su eterna mala salud de hierro

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