La función por hacer y Miguel del Arco
Vengo de ver, por tercera vez, La función por hacer, la adaptación realizada por Miguel del Arco (la dirige él mismo) y Aitor Tejada a partir de la pirandellianda Seis personajes en busca de autor. La vi en el hall del Lara, donde nació, y repetí pocos meses después en la sala pequeña del Español. Han pasado ya tres años desde entonces, y ahora ha vuelto al teatro de la Abadía, donde estará (acaban de prorrogar) hasta el 16 de junio. El éxito sigue siendo descomunal, y la respuesta del público, igual de entusiasta.
Escribí hace unos días en ABC que La función por hacer es el montaje más relevante de la escena española de los últimos años. Por relevante entiendo no solo su calidad intrínseca, sino la influencia que ha tenido, el ejemplo que ha dado, y el camino que ha abierto, del que se han beneficiado autores, directores y actores.
La función por hacer es un espectáculo magnético, fascinante. La ilusión y la realidad van enredando la acción, en la que actores tratando de representar la vida se enfrentan a personajes intentando gritar su historia, una historia desgarrada que busca un reflejo real en el escenario. ¿ Sigue siendo el teatro el lugar donde se presenta la vida?
Es difícil que un espectador no se sienta profundamente emocionado cuando ve por primera vez La función por hacer. Pero el espectáculo consigue el mismo efecto una segunda vez, e incluso una tercera. ¿Razones? La enorme inteligencia del texto, donde el humor va serpenteando por entre la tragedia, donde el desconcierto se abre paso entre las escenas. También el ritmo, el latido de la función, constante y palpitante, vivo. Y, sobre todo, la interpretación de los seis actores, contagiosa: Israel Elejalde, Teresa Hurtado de Ory, Miriam Montilla, Manuela Paso, Raúl Prieto y Cristóbal Suárez. Dije hace tres años que el espectáculo, turbador, "se agarra al corazón, al estómago y a los cinco sentidos de los espectadores, sacudidos por un océano de emociones y sensaciones que les dejan, al final de la función, inquietos, temblorosos y satisfechos". Y no tengo más que añadir. Bueno, sí, que me ha vuelto a emocionar como la primera vez, y que recomiendo a los que no la hayan visto que no dejen de hacerlo.
Escribí hace unos días en ABC que La función por hacer es el montaje más relevante de la escena española de los últimos años. Por relevante entiendo no solo su calidad intrínseca, sino la influencia que ha tenido, el ejemplo que ha dado, y el camino que ha abierto, del que se han beneficiado autores, directores y actores.
La función por hacer es un espectáculo magnético, fascinante. La ilusión y la realidad van enredando la acción, en la que actores tratando de representar la vida se enfrentan a personajes intentando gritar su historia, una historia desgarrada que busca un reflejo real en el escenario. ¿ Sigue siendo el teatro el lugar donde se presenta la vida?
Es difícil que un espectador no se sienta profundamente emocionado cuando ve por primera vez La función por hacer. Pero el espectáculo consigue el mismo efecto una segunda vez, e incluso una tercera. ¿Razones? La enorme inteligencia del texto, donde el humor va serpenteando por entre la tragedia, donde el desconcierto se abre paso entre las escenas. También el ritmo, el latido de la función, constante y palpitante, vivo. Y, sobre todo, la interpretación de los seis actores, contagiosa: Israel Elejalde, Teresa Hurtado de Ory, Miriam Montilla, Manuela Paso, Raúl Prieto y Cristóbal Suárez. Dije hace tres años que el espectáculo, turbador, "se agarra al corazón, al estómago y a los cinco sentidos de los espectadores, sacudidos por un océano de emociones y sensaciones que les dejan, al final de la función, inquietos, temblorosos y satisfechos". Y no tengo más que añadir. Bueno, sí, que me ha vuelto a emocionar como la primera vez, y que recomiendo a los que no la hayan visto que no dejen de hacerlo.
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