Anna Allen en Mérida
Hace veinticinco años que vine al festival de Mérida por primera vez. Además de un ballet -Las furias, con dirección de José Granero y Paco Suárez, e interpretada por Sara Lezana- vi en el Anfiteatro Antígona, en una versión de Salvador Espriú, que servía para rendir homenaje al poeta catalán, que había fallecido poco tiempo antes. La traducción era de Paco Brines, la dirección de Joan Ollé y entre los intérpretes estaban Silvia Munt, Nuria Gallardo y Pepe Martín. Recuerdo perfectamente la entrevista que hice en los camerinos tras la función a Silvia, y la felicidad que Nuria confesaba sentir de trabajar en aquel escenario.
En aquel primer viaje a Mérida me alojé en el hotel Emperatriz, al que nunca había vuelto a pesar de las muchas veces que he regresado al festival. La casualidad ha querido que este año me aloje de nuevo en ese hotel (ahora Mérida Palace) y que haya venido de nuevo para ver una Antígona, protagonizada esta vez por Anna Allen, una buena amiga y una magnífica actriz. Nos conocimos en Nueva York en febrero del pasado año, en el marco del Flamenco Festival. Coincidimos en el autobús que nos transportaba al hotel desde el aeropuerto. A la mañana siguiente nos vimos y me preguntó si sabía dónde estaba el MoMA. Me ofrecí a acompañarla, pero en el camino cambiamos de opinión y nos fuimos a ver una matinée del musical A little night music, que protagonizaba Catherine Zeta-Jones. Los dos disfrutamos mucho del espectáculo; ya en Madrid, hemos mantenido el contacto y hemos compartido charlas y teatro. Es una mujer llena de inquietud, con una curiosidad enorme y muchas, muchas ganas de aprender y de crecer artísticamente. Es también prudente, reflexiva, no quiere que un mal paso pueda entorpercer su carrera. Y es de Gerona, la ciudad en la que yo me crié y de la que guardo muy buenos recuerdos.
Blanca Portillo, con quien coincidió en la serie Acusados, le ha ofrecido la oportunidad de hacer teatro, un género que apenas había tocado, y de hacerlo a lo grande, con uno de los más importantes personajes de la literatura dramática: Antígona, y en un festival tan destacado como el de Mérida. Y puede decirse que ha respondido con creces al reto: su interpretación es poderosa y conmovedora. Ha arañado hasta el último resquicio de Antígona, que se muestra a través de una mirada vidriosa y magnética. Ha devorado al mito masticándolo con cuidado para comprender cada uno de sus actos, cada uno de sus sentimientos. Y lo ofrece al público con una pasión desabrochada y feroz, especialmente en su tan comprometido como emotivo monólogo final. Me gusta poder darle la bienvenida al teatro a esta actriz, a la que espero aplaudir muchas más veces, y me alegra haber podido asistir a este nacimiento escénico de una mujer a la que aprecio y admiro.
En aquel primer viaje a Mérida me alojé en el hotel Emperatriz, al que nunca había vuelto a pesar de las muchas veces que he regresado al festival. La casualidad ha querido que este año me aloje de nuevo en ese hotel (ahora Mérida Palace) y que haya venido de nuevo para ver una Antígona, protagonizada esta vez por Anna Allen, una buena amiga y una magnífica actriz. Nos conocimos en Nueva York en febrero del pasado año, en el marco del Flamenco Festival. Coincidimos en el autobús que nos transportaba al hotel desde el aeropuerto. A la mañana siguiente nos vimos y me preguntó si sabía dónde estaba el MoMA. Me ofrecí a acompañarla, pero en el camino cambiamos de opinión y nos fuimos a ver una matinée del musical A little night music, que protagonizaba Catherine Zeta-Jones. Los dos disfrutamos mucho del espectáculo; ya en Madrid, hemos mantenido el contacto y hemos compartido charlas y teatro. Es una mujer llena de inquietud, con una curiosidad enorme y muchas, muchas ganas de aprender y de crecer artísticamente. Es también prudente, reflexiva, no quiere que un mal paso pueda entorpercer su carrera. Y es de Gerona, la ciudad en la que yo me crié y de la que guardo muy buenos recuerdos.
Blanca Portillo, con quien coincidió en la serie Acusados, le ha ofrecido la oportunidad de hacer teatro, un género que apenas había tocado, y de hacerlo a lo grande, con uno de los más importantes personajes de la literatura dramática: Antígona, y en un festival tan destacado como el de Mérida. Y puede decirse que ha respondido con creces al reto: su interpretación es poderosa y conmovedora. Ha arañado hasta el último resquicio de Antígona, que se muestra a través de una mirada vidriosa y magnética. Ha devorado al mito masticándolo con cuidado para comprender cada uno de sus actos, cada uno de sus sentimientos. Y lo ofrece al público con una pasión desabrochada y feroz, especialmente en su tan comprometido como emotivo monólogo final. Me gusta poder darle la bienvenida al teatro a esta actriz, a la que espero aplaudir muchas más veces, y me alegra haber podido asistir a este nacimiento escénico de una mujer a la que aprecio y admiro.
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