Mozart y Emilio Sagi
El Teatro Real presenta estos días una bellísima producción de la ópera «Las bodas de Fígaro», de Mozart, dirigida por Emilio Sagi y con una escenografía magnética, brillante y natural de Daniel Bianco, uno de esos artistas sobresalientes que, como el propio Emilio, ha hecho de la discreción un modo de vida. Por esos caprichos inexplicables de la memoria, guardo perfectamente la imagen de la primera vez que los vi. Fue a principios de 1986, en el teatro de la Zarzuela. Yo era un recién llegado al periodismo, y asistía por primera vez al ensayo de una ópera, gracias al jefe de prensa que había entonces en la Zarzuela, José Luis Rubio. Yo estaba ilusionadísimo, pisando las entrañas de un teatro al que había ido en varias ocasiones como espectador y que me parecía entonces un lugar casi sagrado... Se ensayaba «La cenerentola», de Rossini, con dirección musical de Alberto Zedda (un personaje entrañable, a quien hice una entrevista en la que no necesité formular ni una sola pregunta). Emilio Sagi era el director escénico de la producción, que venía del festival de Glyndebourne. Y por el escenario estaban también Daniel Bianco, Marta Maier y, si no recuerdo mal, Javier Ulacia... Un miembro del coro suplía a la protagonista, la mezzosoprano griega Agnes Baltsa, en el ensayo. Fue una experiencia, como veis, inolvidable.
He tratado mucho a Emilio Sagi, que ha sido, entre otras cosas, director del teatro de la Zarzuela, del Teatro Real, ahora del Arriaga de Bilbao... Y siempre me ha atrapado su exquisita educación; es un hombre que nunca altera el tono, respetuoso siempre, amable, atento... Sus producciones son, en cierto modo, una prolongación de su carácter: elegantes, refinadas, claras... Las aborda siempre desde el respeto a la escena y a la partitura, sin pretender otra cosa que no sea subrayar los valores de la obra y las virtudes de los intérpretes, sin querer imponer «originalidades».
Sagi goza de un prestigio y un respeto que no sólo tienen que ver con su talento profesional, sus ideas teatrales y sus logros artísticos, sino con su manera de conducirse en la vida, de entender las relaciones con los demás y con su modo de encarar el trabajo. Viendo en el Real esas refinadas «Bodas de Fígaro», una ópera magnética y elevada, he vuelto a comprobar que Sagi es un magnífico director, y he recordado lo mucho que le aprecio y le admiro.
La foto es de mi compañero Ernesto Agudo
He tratado mucho a Emilio Sagi, que ha sido, entre otras cosas, director del teatro de la Zarzuela, del Teatro Real, ahora del Arriaga de Bilbao... Y siempre me ha atrapado su exquisita educación; es un hombre que nunca altera el tono, respetuoso siempre, amable, atento... Sus producciones son, en cierto modo, una prolongación de su carácter: elegantes, refinadas, claras... Las aborda siempre desde el respeto a la escena y a la partitura, sin pretender otra cosa que no sea subrayar los valores de la obra y las virtudes de los intérpretes, sin querer imponer «originalidades».
Sagi goza de un prestigio y un respeto que no sólo tienen que ver con su talento profesional, sus ideas teatrales y sus logros artísticos, sino con su manera de conducirse en la vida, de entender las relaciones con los demás y con su modo de encarar el trabajo. Viendo en el Real esas refinadas «Bodas de Fígaro», una ópera magnética y elevada, he vuelto a comprobar que Sagi es un magnífico director, y he recordado lo mucho que le aprecio y le admiro.
La foto es de mi compañero Ernesto Agudo
Gracias Julio, soberbio.
ResponderEliminarEs un chaval exquisito, debe de ser por que es amigo mío...já já
Un abrazo
pumarin.pumarin.blog
-angel del valle-