«Atchúusss!!!», sobre textos de Anton Chéjov


Antes de convertirse en uno de los más relevantes autores de la historia del teatro universal, Anton Chéjov se labró cierto renombre en Rusia como escritor bajo el seudónimo de Antosha Chejonté. Aunque eran textos «alimenticios», en ellos -la mayoría breves cuentos humorísticos- se asoman ya su talento, su ingenio y su capacidad para retratar con maestría la condición humana.

Enric Benavent y Carles Alfaro han convertido un puñado de estos cuentos en «Atchúuusss!!!», un espectáculo que nos desvela la cara humorística de Chéjov, mucho menos transitada. Su título tiene un porqué un poco sui generis. Al ser Chéjov médico, es de suponer que muchos de sus pacientes acudirían a su consulta con un resfriado, uno de los males más comunes del ser humano. En el texto inicial, además, el primero de los cuentos que se incluía era «El estornudo», con lo cual el título adquiría mayor sentido. Ese relato se ha caído en el montaje final, y el título ha quedado sin buena parte de su sustento. Aunque esto, realmente, no tiene ninguna importancia. Alfaro ha hecho del estornudo una suerte de sutil leit motiv y el sonoro nombre del espectáculo es un poco lo de menos.

Y es que «Atchúuusss!!!» es un divertidísimo espectáculo, con cinco historias -«El oso», «La petición de mano», «Una criatura indefensa», «La seducida» y «La institutriz»- que Alfaro envuelve con otra: la de un viejo y borrachuzo acomodador, antiguo actor que se queda dormido en el teatro, y despierta con éste vacio ya y a oscuras. Un viejo pianista le ayudará a traer a la memoria distintos recuerdos de su pasado.

Las historias de Chéjov están habitadas por personajes tragicómicos, algunos incluso ridículos, a los que el autor dibuja con una ternura y compasión extraordinarias. Son personajes en su mayoría sufridos o atropellados, que viven desgraciadas situaciones que a los espectadores nos resultan cómicas. Julia, la institutriz -el episodio para mí más certero- asiste sin rechistar a los enredos contables de su señora para rebajar su sueldo. Smirnoff, un terrateniente, ve como ha muerto uno de sus deudores, y su viuda no dispone del dinero que le debe y que necesita imperiosamente... 

Son dos ejemplos del universo de este espectáculo, que Carles Alfaro ha sabido vestir con un sencillo pero evocador espacio escénico -al que acompaña el hermoso vestuario de María Araújo-, chéjovianamente decadente, teatral y eminentemente práctico. En él se desarrolla el trabajo de los cinco actores: Adriana Ozores, Malena Alterio, Fernando Tejero. Ernesto Alterio y Enric Benavent, que se mueven como pez en el agua en el particular lenguaje que les exigen sus distintos personajes, a los que dotan de muy distintos y ajados colores para lograr, repito, un espectáculo brillante, luminoso y divertido. Un solo pero: no sé si son las contagiosas risas de los espectadores o una paulatina elevación del tono general, pero la interpretación de la historia final, «Una criatura indefensa» -donde intervienen casi todos los actores-, me pareció peligrosamente inclinada hacia el histrionismo y la exageración. Quizás deliberadamente, pero a mi juicio de manera errónea. Pero eso no resta mérito al trabajo extraordinario de los cinco.

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