Los «Entremeses» de Cervantes, dirigidos por José Luis Gómez en La Abadía


Hace veinte años nacía en Madrid un nuevo espacio escénico bautizado como teatro de La Abadía. Situado en unas antiguas instalaciones de un internado de la Sagrada Familia, su gestión es privada (a través de una fundación), pero su financiación principal proviene de la Administración; de tres administraciones, concretamente -ministerio de Cultura, Comunidad de Madrid y Ayuntamiento de la capital-, que han ido cambiando de color político en estas dos décadas. A pesar de ello, el teatro ha conservado su independencia y ha mantenido al frente al mismo director que lo abrió y que le ha dado su impronta: José Luis Gómez. Es decir: se puede desligar la marcha de un teatro de los vaivenes y cambios políticos.

El nombre de José Luis Gómez fue el sello de garantía que exhibió La Abadía en sus inicios y que mantiene ahora. No sólo por la altura en la calidad y el rigor de sus propuestas, sino porque Gómez emprendió un camino de excelencia que pasaba por la creación de un estilo de interpretación y producción propio, con un puñado de actores vinculados a la casa y conocidos como «los Abadías».

Uno de los primeros montajes de La Abadía fue «Entremeses», con tres de las piezas breves de Miguel de Cervantes: «La cueva de Salamanca», «El viejo celoso» y «El retablo de las maravillas». José Luis Gómez ha querido recuperar aquella temprana producción, que tuvo un extraordinario éxito en su día,  dentro de las celebraciones del XX aniversario del teatro, y ha vuelto a montarla con un grupo de actores afines a La Abadía, tres de los cuales ya estuvieron en el montaje original.

Alrededor de un desnudo árbol creado por el desaparecido José Hernández, José Luis Gómez ha enhebrado una igualmente desnuda puesta en escena, tan divertida como inteligente, tan sencilla como original, tan comunicativa como luminosa. Con versiones limpias de los textos de Cervantes, Gómez asienta su puesta en escena en el trabajo actoral, lleno de compromiso y de frescura. Eduardo Aguirre de Cárcer, Diana Bernedo. Julio Cortázar, Miguel Cubero, Palmira Ferrer, Elisabet Gelabert, Javier Lara, Luis Moreno, Inma Nieto y José Luis Torrijo cantan, bailan y actúan en un estado de aparente disfrute que se contagia al patio de butacas. La commedia dell'arte pasada por el rusticismo castellano.

El engaño y su burla son el leit motiv de estas tres piezas, y sobre él pivotan las tres historias. En una de ellas, una mujer aprovecha la ausencia de su ingenuo marido para ponerle los cuernos (o intentarlo); en la segunda, un marido celosísimo guarda bajo siete llaves a su mujer; en «El retablo de las maravillas», dos cómicos crean un estado de «hipnosis colectiva» en un pueblo, donde el síndrome del traje del emperador hace que todos digan ver lo que no ven.

El resultado es un espectáculo poderosamente entretenido (con todo lo que de positivo tiene el término), ágil, vivaracho y directo, que el espectador puede degustar con gusto y digerir sin pesadez y que, además, recupera un género que forma parte del adn de nuestro teatro.

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