«Dionisio Ridruejo. Una pasión española»

Nada más regresar de Nueva York (tengo pendiente todavía hablaros de «Once» e «If / Then») fui a uno de los ensayos generales de «Dionisio Ridruejo, una pasión española», una obra de Ignacio Amestoy que se presenta en el teatro Valle-Inclán, dirigida por Juan Carlos Pérez de la Fuente e interpretada por Ernesto Arias, Paco Lahoz, Daniel Muriel, Jesús Hierónides y Nerea Moreno. Desde hace tiempo, voy a uno de los ensayos de todas las obras de Juan Carlos; es una especie de rito.

Apenas sabía nada de Dionisio Ridruejo. En mis tiempos de estudiante, era un personaje silenciado, citado como traidor al régimen de Franco o, más adelante, apenas tratado. Yo creo recordar que mi padre simpatizaba con él, pero no estoy nada seguro de ello. Me parece, sin embargo, un personaje interesantísimo; no sé la influencia que hubiese tenido en nuestra incipiente democracia si hubiese sobrevivido a Franco, pero sin duda hubiera sido un personaje importante en el panorama político.

Vi el ensayo sentado junto a Ignacio Amestoy, al que he tratado mucho porque es también periodista y hemos coincidido a menudo. Habla con entusiasmo de Ridruejo; escribió la obra entre 1981 y 1982, espoleado por el golpe del 23-F. Según me dijo, Lluís Pasqual tuvo la obra en la mesa durante su etapa como director del CDN y quiso montarla, pero no se atrevió. Había en España todavía demasiado ruido de sables. Amestoy ha traspasado a Juan Carlos Pérez de la Fuente su pasión por el personaje. Juan Carlos no necesita mucho para apasionarse con algo, y más si, como es el caso, un autor español habla en su obra sobre la historia reciente de España o sobre alguno de los temas que gravitan sobre nuestra personalidad. Muchos de sus montajes están atravesados por su «preocupación española». A él, como a Unamuno, le duele España. Hemos hablado de ello en muchas ocasiones.

Amestoy dice de su obra que tiene dos vertientes: es teatro documental y teatro ritual. Y Juan Carlos Pérez de la Fuente se siente como pez en el agua en este tipo de teatro. «Dionisio, una pasión española». Sobre un texto esclarecedor y a veces sibilino, en el que a través del relato de los cinco militares (uno de ellos una enfermera) que habitan el escenario, se van desbrozando la personalidad y las ideas de Ridruejo. El autor ha incrustado en el relato tres fragmentos de otros tantos discursos del político; un reto para cualquier director de escena, porque lastran la acción.

Juan Carlos ha creado una función presidida por el antiguo escudo de la bandera española, el del águila, y dos monumentales esculturas que recuerdan las del Valle de los Caídos. Y desarrolla la acción en un gimnasio; la testosterona, tan propia de los cuarteles, está presente desde el primer minuto. Es la suya una puesta en escena valiente, minuciosa, detallista, astuta, un trabajo magnífico.

Contribuyen las notables (incluso sobresalientes) actuaciones de los cinco actores, con mención especial para Ernesto Arias, con un personaje vidrioso que él convierte en brillante y luminoso; una actuación al alcance solo de un extraordinario actor como él. Le da la réplica Paco Lahoz (un actor al que yo había visto en zarzuelas y musicales), recóndito y tenebroso en un papel que es, por momentos, trasunto de Franco. Y en Daniel Muriel destacan sus silencios; sabe estar en escena sin llamar la atención, sin que su presencia se note, pero al mismo tiempo no sobra. Y no es fácil.

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