«El perro del hortelano», de 300 pistolas

Pues sí. Los clásicos pueden ser divertidos. Esa leyenda urbana -fomentada por los malos profesores de colegios e institutos- que presenta a nuestros autores del Siglo de Oro como un trago de difícil digestión se echa absolutamente por tierra al ver el montaje de «El perro del hortelano», de Lope de Vega, que los lunes de junio presenta la compañía 300 pistolas en el Garaje Lumière. La dirige Álvaro Morte, y la interpretan él mismo junto a Sara Gómez, Esteban Jiménez y Anna Hastings.

Sí, habéis leído bien. Son solo cuatro actores; no es que sean cabezas de reparto, es que son el reparto. He ahí uno de sus méritos. Según Álvaro, la idea partió de la pregunta de cómo representaría la obra una compañía sin recursos de la época. Pues seguramente como lo hacen ellos. Sin otra escenografía que un telón de fondo de aire circense en el que se han practicado dos ventanas y una suerte de baúl que es también banco; con unos trajes desenfadados y toneladas de entusiasmo que se percibe sin dificultad y que contagia al público.

La función, presentada en lugares como el festival de Almagro, está pensada para ser representada en colegios e institutos, donde comenzó la andadura de este montaje. Pensaba ayer, mientras veía el espectáculo, lo mucho que esos chicos lo habrían disfrutado y lo mucho que, seguramente, se habrían sorprendido.

Bajar a Lope de Vega (y a Calderón, y a Tirso, y a...) de ese pedestal en que se le colocó en el pasado no es sencillo. No lo es rescatar a los clásicos, secuestrados durante décadas por el mundo de la literatura, y devolvérselos al mundo del teatro, donde nacieron y donde deben estar. La fórmula que emplea 300 pistolas es muy eficaz porque reduce el texto a su esencia, sin traicionarlo, le otorga trazas de titiritero y convierte la función en una comedia llena de frescura y naturalidad.

A ello contribuye una puesta en escena esforzada y trabajada, salpicada de pequeños e hilarantes detalles, desde la postura que adopta la condesa Diana hasta los momentos de diálogo con los espectadores, cómplices del sutil entramado urdido por Lope. Contribuye también la interpretación. Sara Gómez llena su actuación de comicidad; despoja a su Diana de altivez y brinda un personaje encaprichado y enamorado; Álvaro Morte es un Teodoro perplejo, y lo mete en un traje de comediante a la vieja usanza. Y Esteban Jiménez y Anna Hastings siguen el juego propuesto con indudable acierto.

Comentarios

Entradas populares