Peccata minuta - El sol de York

El teatro en España, es verdad, está enfermo de IVA, un mal cuya curación depende de factores externos. Pero para combatirlo o reducir sus efectos las gentes del teatro experimentan con un remedio: la imaginación. Uno de los resultados es la proliferación de pequeñas salas (que se unen a las que llevan años funcionando) en las que mostrar el trabajo de cientos de profesionales (actores, directores, dramaturgos) deseosos de expresarse. Aunque, como me decía Miguel del Arco hace unos días, el más que meritorio trabajo realizado en estas salas (algunas de ellas espacios insólitos) no debe despistarnos del verdadero objetivo, que es llenar los teatros cada vez con producciones de mayor nivel y calidad. Ambos coincidimos en que estas salas son el germen del futuro del teatro en Madrid, y mantienen su pulso y su latido.

No tengo tiempo material de acudir a todos los espectáculos a los que amable y generosamente me invitan salas y compañía, y bien que lo siento; no hay días bastantes en la semana. Eso me da una idea de la actividad teatral que hay en Madrid: rica, fecunda y abundante. Pero tenía ganas de conocer una, El sol de York, situada a un par de manzanas de mi casa. Uno de sus responsables es Javier Ortiz, a quien conozco desde hace casi veinte años, cuando hizo sus prácticas de periodismo en ABC. Javier ejercía entonces de payaso en fiestas y en ocasiones acudía a la redacción con su nariz roja y sus zapatones. Le volví a encontrar años más tarde, ya enredado en labores de producción teatral, y ahora en esta nueva aventura.

El sol de York (nombre tomado del Ricardo III de Shakespeare) se encuentra en el barrio de Chamberí, en la calle Arapiles, en un local que durante años fue, si no recuerdo mal, un centro de estudios egipcios. Además de teatro, es también escuela de teatro, y tiene un curioso acuerdo: la sala se compromete a pagar un mínimo de 72,49 euros a todos los actores que actúen en la sala, según establece el convenio de la Unión de actores. Si la compañía no recauda lo suficiente para pagar a los actores, la sala pone la diferencia.

Este fin de semana, El sol de York ha acogido un singular montaje de Francachela Teatro y Teatro Íntimo, dos compañías valencianas: Peccata minuta, que ellos mismos definen como "un recorrido sensorial a través de las debilidades humanas". Intervienen cinco actores: Ángela Bermúdez, Isabel Caballero, Jacobo Julio, Miguel Ángel Montilla y Lara Sanchís, protagonista cada uno de su propia escena individual. Divididos los espectadores en cinco grupos, van recorriendo las distintas salas para asistir a una representación íntima y sin apenas palabras: un encorbatado y engominado hombre nos muestra un corsé bajo el traje; una mujer nos invita a su cena, otra nos obliga a atarla en su cama, una tercera mujer presume de belleza y nos canta, y un hombre con aspecto de aviador ruso nos invita a beber y jugar a la ruleta rusa. Y luego los cinco bailan y juegan con nosotros a la gallinita ciega. Son los pecados capitales, las debilidades mostradas desde la cercanía. 

El teatro, más que nunca, se convierte en un juego provocador, por ocasiones fascinante. Es curioso comprobar la timidez con que los espectadores responden a las solicitudes de complicidad de los actores, apoyados tan solo en sus gestos y en onomatopeyas, sin recurrir a la palabra. El espectáculo es divertido, tierno, en ocasiones decadente o conmovedor. Con unos actores valientes y desprejuiciados. Un ejemplo de otra de las caras del teatro. Le deseo la mayor de las suertes a la compañía y a la sala El sol de York.

Comentarios

  1. Gracias Julio, por dedicarnos estas amables palabras, por tu apoyo incondicional al teatro y por elegir nuestra propuesta escénica de entre tantas interesantes que hay en Madrid.
    Un abrazo y larga vida al teatro.
    Isabel

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