La crisis del teatro

Faeteda (la Federación Estatal de Asociaciones de Empresas de Teatro y Danza) presentó ayer en el teatro Coliseum un demoledor informe sobre la situación de las artes escénicas en España desde la implantación del tipo del IVA al 21 por ciento. He informado de ello en ABC.es, pero quiero añadir alguna reflexión a las cifras.

Según me contó Daniel Martínez, el presidente de Faeteda y presidente también de Focus, el teatro le iba ganando la batalla a la crisis (en Madrid y Barcelona, fuera de estas capitales ya era harina de otro costal), y las cifras de espectadores y recaudación en la temporada 2011/2012 señalaban un aumento de más o menos el 8 por ciento. Teniendo en cuenta la evolución de la crisis y el consumo en España, Faeteda preveía que en el último cuatrimestre del año 2013 (el arranque de temporada), la asistencia de público a los teatros y la consiguiente recaudación caerían un 8 por ciento; esto era antes de conocer el incremento del IVA que subió de golpe trece puntos. La realidad es que el descenso ha sido del treinta por ciento.

Si hacer teatro en España ha supuesto siempre remar contra corriente, ahora mucho más. Paradójicamente, las aguas se embravecen en un momento de extraordinaria efervescencia creativa, con todo el talento bulliendo a borbotones: autores, directores, actores, escenógrafos, iluminadores, músicos... (la danza, me temo, no atraviesa ese momento desgraciadamente). La consecuencia es que muchas ideas no pueden salir del cajón, que los productores se lo piensan muy mucho antes de poner en pie cualquier proyecto y, si lo hacen, buscan obras de pocos actores (a ser posible, mediáticos) y pocos gastos de producción. Riesgos, los imprescindibles. Siempre ha sido así, pero su capacidad de arrojo era en cualquier caso superior; si la temporada en Madrid o Barcelona no iba todo lo bien que se esperaba, siempre se podía esperar la recuperación en la gira. Ahora, muchos lo sabéis, la posibilidad de hacer giras es muy reducida, y menos esperar de ella una rentabilidad suficiente.

Entre septiembre y diciembre de 2012 el teatro español ha perdido, con respecto al mismo período de 2011, aproximadamente un tercio de espectadores y recaudación. Se han perdido, según Faeteda, 600 puestos de trabajo directos. Todos, desde Flotats a Miguel del Arco, pasando por Pedro Larrañaga o Enrique Cornejo, tienen la misma palabra en sus labios para definir la situación: insostenible. Y como tampoco el sector público está para tirar cohetes, el panorama es más que desolador.

Parafraseando los comics de Astérix (me fascinan desde pequeño), «toda la Galia está ocupada. ¿Toda?  ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos resiste todavía y siempre al invasor». El invasor, claro, es el desánimo y los brazos caídos. Los irreductibles galos son las gentes del teatro, que cuentan -no me cansaré de repetirlo- con la imaginación y una inagotable capacidad de reinventarse. Tanto talento no puede marchitarse, y ahí están proyectos como microteatro, El Sol de York, Sala Tú, Tribueñe, La casa de la portera, Teatro del Arte... y muchos más. Cierto que, como me dijo Irene Escolar, lo que hay que conseguir es que la profesión de actor (y la de director, y la de escenógrafo, y...) se dignifique y que puedan vivir de su trabajo.¡Ya está bien de los actores-camareros!

Pero, como dice el refranero popular, «a Dios rogando y con el mazo dando». Las gentes del teatro (y por eso soy optimista) han demostrado una y otra vez que son capaces de salir de cualquier crisis. Quizás nos hemos acostumbrado a depender (algunos más que otros) de las subvenciones, o al menos a esperarlas. Pero, al contrario que el cine, el teatro español no ha perdido el pulso de la calle ni su conexión con los espectadores y por eso sigue vivo. Ahora está enfermo, pero tiene una mala salud de hierro y dentro de poco, seguro, estará completamente recuperado. O así lo espero.

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