Medea y el Ballet Nacional de España

El Ballet Nacional presentará, dentro de un par de semanas, un programa en el teatro de la Zarzuela que incluye la recuperación de uno de los títulos fundamentales de la danza española, «Medea», con música de Manolo Sanlúcar, coreografía del llorado José Granero y guión de Miguel Narros.

He perdido la cuenta de las veces que he visto «Medea». La primera vez fue en 1984, pocos días después de su estreno. Después he tenido ocasión de volver a disfrutarla en distintos lugares: el Palacio del Kremlin, de Moscú; en el Metropolitan y en el City Center, ambos de Nueva York; en el teatro Real, de Madrid; en los Reales Alcázares y el teatro de la Maestranza, en Sevilla; y en el teatro Romea de Murcia (interpretado por el lamentablemente efímero Ballet de Murcia), si no me falla la memoria. He visto en el papel protagonista a Manuela Vargas, Lola Greco, Merche Esmeralda, Ana González y Maribel Gallardo, y en el de Jasón a Antonio Alonso, José Antonio, Carlos Vilán, Luis Ortega, Antonio Márquez y Francisco Velasco. También lo han bailado José Serrano y Joaquín Cortés, que sólo lo hizo una vez. Esto no significa, únicamente, que soy muy mayor, sino que conozco bien la obra.

Dije en 2003 -si no estoy equivocado, la última vez que pudo verse en Madrid, en el Real-, que «"Medea" no es únicamente el  santo y seña del Ballet Nacional, con la que ha adornado cada una de sus  presentaciones en plazas importantes. Es también una de las cumbres de la  historia de la danza española». Hoy en día no resulta tan chocante mezclar flamenco y mitos griegos, pero en su día supuso toda una revolución y una apuesta arriesgada. La de su estreno fue una noche histórica para el Ballet Nacional, ya que en aquella velada vieron la luz también otros dos trabajos memorables: «Danza y tronío» y «Ritmos», que abrieron nuevos horizontes para la danza española.

«Medea» es por tanto un estandarte del Ballet Nacional, que al tiempo es un estandarte de la cultura española, un tesoro que ha de cuidarse y mimarse. La conjunción de los tres talentos -Miguel Narros, José Granero y Manolo Sanlúcar- dio como resultado un ballet magnético y envolvente, dramático y emocionante. sensible e inteligente... Un ejemplo de que el flamenco y la danza española tienen una capacidad de expresión infinita.

Antonio Najarro ha tenido la sensibilidad de llamar a varios de los intérpretes históricos de la coreografía: Lola Greco, Currillo, Francisco Velasco, Maribel Gallardo, Lupe Gómez, Juan Mata... que se unen a nuevos intérpretes de la compañía: Esther Jurado, Miriam Mendoza, Cristina Carnero y Mariano Bernal; quiere rendir así, supongo, homenaje a varias generaciones de bailarines que han servido -y sirven todavía- de ejemplo a las nuevas generaciones. Es la mejor manera de que el legado del Ballet Nacional siga nutriendo a la compañía.

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