«En la luna», de Alfredo Sanzol

El teatro de Alfredo Sanzol tiene una exuberancia que contrasta con su carácter discreto y algo retraído (por lo menos, en público) de este dramaturgo brillante e ingenioso. Lo conocí en el Bristol Bar, en la calle Almirante, en un desayuno de trabajo del Centro Dramático Nacional antes del estreno de «Sí, pero no lo soy», en la Sala de la Princesa del teatro María Guerrero. Era la segunda obra de una trilogía que había arrancado con «Risas y destrucción» y que cerraría después con «Días estupendos». Me llamó la atención, como a todos mis compañeros presentes en aquel desayuno, el método con el que buscaba inspiración a sus historias, y que consistía en poner en el buscador de google el título y extraer argumentos y personajes de las respuestas.
Con el tiempo he comprendido que la singularidad del procedimiento era, en realidad, tan sólo la punta del iceberg de un autor y director con mucho peso específico, con una extraordinaria personalidad, una peculiar manera de entender el teatro y unas obras en las que emplea un patrón similar: la concatenación de historias bajo el paraguas de un mismo título y un único (y evocador) decorado.
«En la luna» es el título de su nuevo trabajo, que se puede ver estos días en La Abadía. El nacimiento, hace unos meses, de su primer hijo, Juan (fruto de su relación con la actriz Lucía Quintana), fue el origen de esta obra que vuelve a llenarse de nostalgia, ternura, humor, recuerdos, absurdo, imaginación... Ingredientes que hacen de sus obras piezas llenas de atractivo. La divertida historia de un científico que en su día construyó, sin que se le pagara por ello, un esferisterio para Franco, que ha dejado escrito en su testamento que sea uno de los portadores de su féretro; otra en la que el testigo de un atraco a un banco recibe la visita de dos sospechosos policías; una estrafalaria fiesta de cumpleaños... Son algunas de las piezas que Sanzol incorpora a su puzzle escénico, que gira y se vertebra en torno a los años de la Transición y a sus recuerdos. Es un friso agridulce, donde las risas tienen gotas de amargura, en la senda de (mi admirado Marcos Ordóñez dixit) Rafael Azcona, excelente relator de esa España de puertas adentro.
Y cuenta, claro, con la soberbia complicidad de seis actores -Jesús Noguero, Juan Codina, Luis Moreno, Palmira Ferrer, Lucía Quintana y Nuria Mencía- que han aprendido perfectamente el idioma de Sanzol (algunos lo hablan con fluidez desde hace años) y dan vida a decenas de personajes, a muchos de los cuales conocemos perfectamente porque son, a fin de cuentas nosotros mismos. Y ahí está uno de los grandes méritos de Sanzol, un autor-director que crece a pasos agigantados y que es además, me consta, una persona estupenda. Lo cual me hace admirarle más todavía.

Comentarios

Entradas populares