"Purgatorio" y Viggo Mortensen

Asistí con mucho interés y curiosidad al estreno de Purgatorio, el pasado viernes en las Naves del Español, en el Matadero. No había escuchado buenos comentarios sobre la función (de gente que había visto alguno de los ensayos generales), pero tanto el autor, Ariel Dorfman (su obra La muerte y la doncella me encanta) como los actores, Carme Elías y Viggo Mortensen, eran reclamo suficiente para ir con optimismo. Desgraciadamente, éste se desvaneció pronto y salí enormemente decepcionado.
No me gustó el texto, demasiado oscuro, lóbrego, impenetrable, y que se remite a uno de los grandes mitos clásicos, el de Medea. Sobre el horroroso crimen -ella mata con sus propias manos a sus dos hijos- sobrevuelan los conceptos del perdón y la redención, a través de unos personajes demasiado fríos, demasiado hieráticos, demasiado lúgubres; demasiado ambiguos y faltos de carne también. Me gustó menos aún la dirección, que encontré totalmente falta de pulso, contagiada por el tono discursivo de texto y personajes. No hay musculatura en un enfrentamiento que apenas se templa en un par de ocasiones. Un duelo como el que se plantea en la obra es siempre susceptible de ser coloreado, pero en esta puesta en escena solo vi grises resueltos además con pinceladas gruesas y faltas de detalles.
Carme Elías tiene la extraordinaria capacidad de otorgar calidad a todas sus intervenciones, incluso aquellas en las que su personaje (sus personajes) peca de inconsistencia. Y Viggo Mortensen, comprensiblemente la gran atracción de este montaje, apenas concede vuelo a su interpretación; cuando se viste la bata blanca se acomoda en una mezza voce interpretativa que se agranda algo cuando encarna al amante de la mujer, al padre de los niños que han perdido la vida cruelmente. Pero el motor nunca termina de arrancar y uno tiene la sensación de que ese purgatorio se ha convertido en realidad en un limbo etéreo e indeterminado que no se sabe bien adónde conduce.

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