Black Swan (Cisne negro)

Sentí que «Black Swan» («Cisne negro») no consiguiera el Oscar a la mejor película. La ví hace un par de semanas con mi sobrino Pablo -el responsable de que yo esté más o menos al día cinematográficamente hablando- y me sentí totalmente atrapado por la historia y, especialmente, por la manera de contarla. Creo que quienes conocemos el mundo del ballet la podemos disfrutar aún más, porque el perfume de ese universo tan particular está perfectamente reflejado. Puedo comprender perfectamente las reticencias de Tamara Rojo hacia la película, de la que dijo que era «escandalosamente exagerada» y que estaba «llena de mentiras». Es verdad que esa obsesión enfermiza por alcanzar la perfección está llevada al límite, lo mismo que el resto de la historia, que camina entre lo real y lo fantástico con la frontera entre ambos mundos muy difuminada. Tampoco se lleva la competitividad hasta los extremos que aparecen en la pelicula. Pero el director, Darren Aronofsky, sólo ha puesto una lupa sobre el mundo del ballet, y las imágenes que vemos presentan cierta distorsión y aumentan su tamaño, pero son absolutamente reales. En este sentido, me encantó cómo refleja la insoportable presión de la superprotectora madre hacia su hija, cómo ésta mantiene todavía fuertes lazos con ese lado naïf, idílico y hasta ñoño que proyecta el ballet, y que esconde su verdadera naturaleza. más basada en el sudor que en la seda. La dureza de los ensayos, ese ritual que cada bailarina tiene para dejar listas y a su gusto las zapatillas de punta, las crueles consecuencias del implacable paso del tiempo... Son momentos dibujados con pinceles impresionistas llenos de corazón, siempre con esa metáfora de la dualidad entre el cisne blanco y el cisne negro como telón de fondo.
Es portentosa, no se puede decir otra cosa, la interpretación de Natalie Portman, siempre con la tensión reflejada en su rostro, con una mirada que viaja desde la inocencia hasta el tormento, con un permanente tinte asustadizo en la mirada... 
Una película para mí fascinante, estremecedora, envolvente... En la que, además, interviene (es Rothbart) Sergio Torrado, con quien compartí escenario en aquel «Cascanueces» que dirigió Fernando Bujones. Era entonces un espigado chaval de apenas 14 o 15 años y hoy es un fornido y brillante bailarín. Me hizo mucha ilusión topármelo (no me había dado cuenta de que era él) en los títulos de crédito de la película.

Comentarios

  1. Te voy a decir algo amigo Julio,

    Es curioso que comentes y/o te menten acerca de lo 'exagerado' del asunto cuando:

    fui a ver la película con una gran amiga que sufre de esto en su trabajo (nada que ver con la danza, el curro de ésta digo..). Al término de la obra nos reunimos con otro amigo que, también sufre de esa obsesión por la perfección y su perfeccionismo tan vitalmente perfecto.

    Y yo me pregunto: ¿no será que Aronofsky ha llevado su lupa al sentido del arropo y la seguridad de la fastuosa belleza y de la exigente dedicación de la bailarina de ballet -caja de música incluida- para tocarnos a todos un poco donde duele y donde el día de trabajo en ocasiones, en muchas ocasiones, no se acaba nunca y dura hastta la 'perfección'?

    ¿Quién a día de hoy, quizá siempre fue así, no se apunta a un 10 en lo que mejor se le da hacer?

    Qué venga la siguiente película en danza, qué ya tenemos ganas de más!

    Un saludo desde www.danseusefilms.wordpress.com

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  2. Daniel, si esa obsesión por la perfección fuera exclusivo del mundo del ballet, la película no le interesaría a nadie. Naturalmente que Aronofsky ha encontrado en esas actitudes algo que el resto de los mortales entendemos perfectamente, pero sí creo que la danza exige un esfuerzo y una dedicación mucho mayor que otras profesiones, y pienso que su escasa duración la hace aún más competitiva y exigente; además la plenitud física no corresponde por edad con la plenitud mental...
    Bueno, son relfexiones a añadir a la tuya.
    Un abrazo

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  3. Hola Julio,

    cómo va todo? sigo leyéndote, pero aquí sí te voy a comentar...

    He leído muy malas críticas de esta película, sobretodo en el mundo de la danza. Es normal.

    A mí me ha parecido una película muy bien construida, con ritmo y una fotografía de impresión...te lleva, y después se queda contigo...

    No creo que al director le interese el ballet en sí, sino el tema de las obsesiones, la perfección, la rivalidad femenina, las paranoias...
    Y sobre esto último las bailarinas sabemos mucho, me temo, aunque nos cueste reconocerlo. Quién no se ha imaginado o soñado esas roturas de huesos, no ha sentido culpabilidad con la comida, no ha mirado muy cerca a sus compañeras con posibilidades...por supuesto no hasta esos extremos.
    Aronofsky ha abusado de todos los tópicos, pero no por eso dejan de ser ciertos muchos de ellos.

    Pero el personaje de la madre es más profundo de lo que aparentemente parece, una madre sobreprotectora. Al final de la película te das cuenta que realmente no le quedaba otra salida que esa protección.

    Y de ese lado naïf y ñoño del ballet, que tú señalas, y que tanto se potencia en muchas escuelas, a veces es difícil salir...

    Hablando de roturas, hace un par de meses, tuve una (y no fue un sueño, ojalá). Estoy recuperándome de un tendón de aquiles roto, ahora ya con una preciosa sutura y mucha paciencia. Creo que ver la película con las muletas muy cerca, me impresionó más aún.

    Un abrazo fuerte Julio.

    Carmen Paris

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  4. Gracias, Carmen, por tu comentario y por tu punto de vista, me parecen muy atinados. Naturalmente que es todo una exageración, una caricatura, por así decirlo, pero celebro que a tí también te parezca que la película refleja de algún modo ese mundo a veces tan opresivo.

    Cuidate mucho y espero que te recuperes muy pronto.
    Un beso grande.
    Julio

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