José Carlos Martínez
José Carlos Martínez es el nuevo director de la Compañía Nacional de Danza. Bailarín estrella en el elitista Ballet de la Ópera de París, donde entró en 1988 de la mano de Rudolf Nureyev, entonces director de la compañía. La nobleza, la elegancia y el charme son características de un bailarín que, en lo personal, se muestra en público reservado y discreto hasta la timidez, aunque en privado salga a relucir su vena socarrona. En una entrevista de Anabel Poveda en la revista Por la danza, hace un tiempo, decía que "no se me olvida de dónde vengo porque en la Ópera de París, a partir de unos años, me adoptaron y ponían: el bailarín de origen español... Así que tuve que plantarme y puntalizar: de origen español, no. Español, murciano y de Cartagena".
Le conocí sobre un escenario. Ángela Santos, extraordinaria maestra y excepcional ser humano, le había convencido para que bailara "Cascanueces" junto a la que entonces era su novia, Agnes Letestu, en alguna de las funciones de la producción que Fernando Bujones hizo para el embrionario Ballet del Mediterráneo en el Teatro de Madrid. Yo actuaba (decir que bailaba sería tan petulante como falso) en aquel ballet. Interpretaba a Drosselmeyer en una adaptación que recortaba sensiblemente el papel de este personaje. Otro día hablaré más de esa experiencia. José Carlos vino, en un acto de generosidad extraordinario, para bailar una o dos funciones (no lo recuerdo bien). Su porte, su altura (casi dos metros), su elegancia, esa escuela francesa tan exquisita, nos dejaron a todos asombrados. También su educación, su disposición. Acostumbrado a bailar en el majestuoso Palais Garnier de París junto a excelentes bailarines, no le importó mezclarse con un grupo de entonces jóvenes e inexpertos bailarines (algunos de ellos están en importantes compañías de todo el mundo). Para todos tenía una palabra amable, una media sonrisa, todo lo hacía con disciplina y amabilidad...
He coincidido con él en varias ocasiones más. Puedo decir con orgullo que yo estaba en el jurado que le concedió en 1999 el premio Nacional de Danza, y que fui quien propuso su nombre para el galardón. Y siempre ha tenido la misma actitud educada y cordial.
En lo artístico, decir lo que escribí en una ocasión, y que sirve de pórtico a una de las pestañas de su página web. "Posee discreción, nobleza, elegancia, clase, jerarquía, y cada uno de sus movimientos tiene detrás un significado".
Ahora le espera un arduo trabajo por delante: transformar una compañía de autor (una magnífica compañía de un magnífico autor) en un conjunto capaz de abordar un repertorio amplio y diverso, que pueda en un futuro incluir los grandes títulos clásicos. Creo que su experiencia en la Ópera de París es un aval importante y confío en que su proyecto camine con firmeza.
Suerte, José Carlos, y enhorabuena de corazón.
Le conocí sobre un escenario. Ángela Santos, extraordinaria maestra y excepcional ser humano, le había convencido para que bailara "Cascanueces" junto a la que entonces era su novia, Agnes Letestu, en alguna de las funciones de la producción que Fernando Bujones hizo para el embrionario Ballet del Mediterráneo en el Teatro de Madrid. Yo actuaba (decir que bailaba sería tan petulante como falso) en aquel ballet. Interpretaba a Drosselmeyer en una adaptación que recortaba sensiblemente el papel de este personaje. Otro día hablaré más de esa experiencia. José Carlos vino, en un acto de generosidad extraordinario, para bailar una o dos funciones (no lo recuerdo bien). Su porte, su altura (casi dos metros), su elegancia, esa escuela francesa tan exquisita, nos dejaron a todos asombrados. También su educación, su disposición. Acostumbrado a bailar en el majestuoso Palais Garnier de París junto a excelentes bailarines, no le importó mezclarse con un grupo de entonces jóvenes e inexpertos bailarines (algunos de ellos están en importantes compañías de todo el mundo). Para todos tenía una palabra amable, una media sonrisa, todo lo hacía con disciplina y amabilidad...
He coincidido con él en varias ocasiones más. Puedo decir con orgullo que yo estaba en el jurado que le concedió en 1999 el premio Nacional de Danza, y que fui quien propuso su nombre para el galardón. Y siempre ha tenido la misma actitud educada y cordial.
En lo artístico, decir lo que escribí en una ocasión, y que sirve de pórtico a una de las pestañas de su página web. "Posee discreción, nobleza, elegancia, clase, jerarquía, y cada uno de sus movimientos tiene detrás un significado".
Ahora le espera un arduo trabajo por delante: transformar una compañía de autor (una magnífica compañía de un magnífico autor) en un conjunto capaz de abordar un repertorio amplio y diverso, que pueda en un futuro incluir los grandes títulos clásicos. Creo que su experiencia en la Ópera de París es un aval importante y confío en que su proyecto camine con firmeza.
Suerte, José Carlos, y enhorabuena de corazón.
Verdad, verdad y verdad... Es tan cierto todo lo que dices.
ResponderEliminarMagnífico bailarín, estupendo y reconocido coreógrafo, caballero de elegancia extrema, exquisitamente amable y delicioso en el trato más cercano. Desde la academia Duque (yo también andaba por allí), al escenario de la Opera Garnier donde tuve la inmensa suerte de delirar con sus "Enfants do Paradise".
Difícl y complejo reto, si señor. Pero si alguien puede, uno de ellos es él.
Le apoyaremos.
Un beso para ti, Julio.
Por cierto, Julio ¿sabes?
ResponderEliminarvi tu "Drosselmeyer" ;-). Qué bueno... Me has recordado aquellos años en que me iba cada día al hospital Clínico con mis zapatillas junto a la bata y el fonendoscopio, peparada, por si conseguía sacar una hora libre... entre las prácticas de interna y las de pediatría. Tantas mañanas que conseguí escaparme a la Academia Duque a tomar una de las estupendas clases de Ángela Santos.
Por aquella época no me perdía una ¿verdad?... Seguro que te acuerdas... :-)
Wow! awesome photo and the show must also be nice.
ResponderEliminarI love theaters.
Thanks much for this share.
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