El «Don Quijote» de la Compañía Nacional de Danza


El domingo pasado terminaron en el Teatro de La Zarzuela de Madrid las funciones de «Don Quijote», título con el que la Compañía Nacional de Danza ha vuelto a la senda del ballet clásico después de más de dos décadas alejada de este repertorio, que apenas sí había empezado a abordar por aquella época.

A la expectación previa (muy especialmente en el denominado «mundillo» la danza) siguió, según los comentarios que he leído y escuchado, un aplauso prácticamente unánime, y una entusiasta satisfacción en ese mencionado ambiente. Las voces críticas apenas se han dejado oír.

Había hambre de ballet clásico; de buen ballet clásico. No solo en el «mundillo», sino también en el público madrileño; no me lo invento, la Zarzuela ha puesto un día sí y otro también el cartel de «No hay billetes». Y las ovaciones han sido todos los días, me cuentan, absolutamente encendidas; desde luego, lo fueron tanto el día del estreno como el día de la despedida, funciones a las que yo asistí. 

Publiqué mi crítica en ABC al día siguiente del estreno. No voy a repetirla aquí, pero sí quiero ahondar en algunos aspectos. Naturalmente, este «Don Quijote» no es perfecto, pero estoy seguro de que el primero que lo sabe es José Carlos Martínez. Él conoce a la perfección sus limitaciones y sus defectos, que son a mi juicio, en cualquier caso, muchísimo menores que sus virtudes. Y la mayor de las limitaciones, tengo la sensación, está en el apoyo, bastante escaso en el aspecto económico y mejorable en el anímico, que se le otorga desde el Ministerio de Cultura.

Entre las virtudes del «Don Quijote» presentado se encuentra, y creo que es de justicia destacarlo, el magnífico nivel que exhibe la compañía, que en este ballet mostró entrega y compromiso. No podemos olvidar que José Carlos Martínez lleva algo más de cuatro años al frente de este conjunto, y que no empezó a meter la cuña del ballet clásico hasta hace menos de tres. Los milagros no están al alcance de los mortales, y José Carlos lo es; pero con este «Don Quijote» ha demostrado que está en el buen camino, que su trabajo está dando muy buenos frutos. El público, además, así se lo ha reconocido.

La meta está todavía muy lejos (en realidad, las metas siempre están, en el arte, muy lejanas). Pero de eso también es consciente José Carlos Martínez. Y solo se puede llegar si se sigue andando a buen ritmo y por el camino correcto. En julio se acaba su contrato al frente de la CND, y su futuro es incierto. En primer lugar porque es al nuevo Gobierno al que corresponde renovarle o no, y todos sabemos la inestable situación política: la danza, además, no figura ni de lejos en la lista de prioridades de ningún partido político. 

Pero, además, me consta que José Carlos Martínez tiene más de una oferta de compañías extranjeras y, lo dejó claro hace unas semanas, solo seguirá en Madrid si el nuevo Gobierno quiere y si se respeta su proyecto; algo tremendamente coherente, por otra parte. Crear una buena compañía de danza es una carrera de fondo, no una prueba de velocidad. Hacen falta muchos años para definir una personalidad firme. Y en España, en la Compañia Nacional de Danza, debe existir un proyecto claro, que no esté sometido a vaivenes políticos y que pueda permitir, en su día, el relevo del propio José Carlos Martínez. Pero yo creo que ese día no ha llegado aún.
  

La foto es de Jesús Vallinas

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