Microteatro

Me gusta, ya lo sabéis, ir a Microteatro. Desde que lo descubrí, hace ahora algo más de dos años, soy un ferviente admirador de la fórmula, especialmente como caldo de cultivo para autores, directores y actores, y también como gancho para nuevos públicos (los neófitos siguen asombrándose cuando acuden por primera vez). El proyecto, naturalmente, no puede estancarse. Ha pasado suficiente tiempo como para que varias de las aristas existentes por la improvisación del principio o la falta de medios se vayan limando, y seguro que sus responsables no dejan de maquinar para poner nuevas ideas sobre el tapete, y para que la «comercialidad» no ahogue a la calidad. Morir de éxito es una de las muertes más absurdas que conozco, y no me gustaría que a Microteatro (no tiene por qué) le suceda. Se trata, simplemente, de regar bien ese huerto para que siga dando sus frutos.

Ver la sala nutrida de público (no abarrotada) un sábado por la noche del mes de agosto produce satisfacción. Así estaba el sábado Microteatro, adonde fui para ver dos obras de la sesión de tarde y una más en la sesión golfa: «El teatro chino de Manolita Chen llega a Don Benito», de Marcelo Soto, con Amalia Hornero y José Antonio Moreno como actores; «No sé tú, pero yo...», de Ignacio Gabasa, con Germán Torres y Aixa Vilagrán; y «Basura», de María Inés González, con dirección de Miguel Ángel Carcano y Sara Martín y Alicia Fernández como intérpretes.

«El teatro chino...» es una obra que las generaciones más jóvenes pueden no comprender. A mi sobrino Pablo (20 años) le ocurrió. No conectó con esa comedia melancólica en sepia, donde los personajes presentan una dignidad rota a jirones, descolorida por la tristeza... Manolita Chen es el símbolo de una clase artística superviviente, que llevaba sin vergüenza por los pueblos de España el teatro de variedades, el teatro de boas desplumadas y lentejuelas opacas. Y la historia que cuenta Marcelo Soto muestra ese mundo, lleno de incomprensión e historias ocultas.

«No sé tú, pero yo...», es una pieza simpática, ocurrente, bien interpretada, sobre un matrimonio en el que un hechizo impone un cambio de papeles, que el espectador descubre conforme transcurre la obra.

Me cautivó «Basura». Son varias las funciones que he visto de María Inés González y Miguel Ángel Carcano (en ocasiones escritas conjuntamente), y en todas destacan los diálogos naturales, la cotidianeidad y cercanía de sus historias. «Basura» añade a todo esto una importante dosis de poesía, algo que considero muy complicado para Microteatro. Tras la muerte del padre, dos hermanas ponen orden a unas cajas, y en ese momento afloran los recuerdos, los reproches, las personalidades y, sobre todo, el cariño. Alicia Fernández y Sara Martín ofrecen una interpretación medida, de lágrima asomada y media sonrisa, acorde con la historia.

Sigue mereciendo la pena ir a Microteatro.

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